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La Educación en nuestros hijos

¿Cual Es el propósito de la Educación en nuestros hijos?
Mtro. Héctor Sandoval González.
El ser humano, como cualquier animal, está dotado de instintos, ca­racterística que lo ayuda a sobrevivir en un contexto de competencia donde el más fuerte domina al débil, haciendo de esta contienda un acto de injusticia; pero también el ser humano tiene algo que lo diferencia del animal: la inteligencia, rasgo que le da armas para vivir, para triunfar en ese competido contexto donde sobrevive el más apto.
La inteligencia lo hace descubrir e inventar, proceso que se renueva cada día, capacidades que usa para ir mejorando su forma de vida, buscando siempre el bienestar. En su avance hacia la mejora, va construyendo estructuras mentales, culturales, materiales y sociales, hasta llegar a las políticas y económicas, que rigen su vida, haciéndo­se cada día más complejo su pensamiento y su contexto, razón que trajo como consecuencia la necesidad de crear estrategias y sistemas para resolver su problemática con más facilidad.
Al principio el ejemplo de los adultos hacia los niños y jóvenes fue sir­viendo para prepararlos, dotándolos con conocimientos empíricos na­cidos de la experiencia, así inició la humanidad un proceso de educación de tipo familiar, donde los padres educan a los hijos en lo que debían saber para convivir y sobrevivir, así fue construyéndose un sistema de educación familiar y comunal, el más gratuito hasta nuestros días.
La transformación de la vida a través de miles de generaciones fue pasando del clan familiar a las tribus y de ahí a las naciones, creán­dose las primeras civilizaciones delimitadas por un territorio que les dio el sentido de pertenencia, con una ideología común y una cultura que los uniría y los consolidaría como naciones hasta la época mo­derna en que vivimos; época de las tecnologías de la informa­ción y la comunicación. Estos recursos virtuales y digitales han servido como una ventana al universo con todos sus detalles, con influencia insoslayable para todo individuo.
Desde las primeras civilizaciones la educación se fortaleció como proceso sistemático y dio lugar al surgimiento de la ins­titución escolar, instancia que serviría a la sociedad para educar para la vida en todos sus ámbitos.
La educación escolarizada, a diferencia de la familiar informal, se caracterizó por su formalidad, haciendo del hecho educativo un acto intencionado, con lo que se busca dotar al individuo de conocimientos, habilidades, actitudes y valores, que al ponerlos en juego se manifiesten como competencias para resolver los problemas cotidianos de la vida en su contexto.
Es necesario resaltar que la experiencia trajo consigo el cono­cimiento empírico, pasando después al científico que, con su uso, ha mejorado la vida de la humanidad, pasando de genera­ción a generación a través de los procesos educativos; es pru­dente connotar que el conocimiento da poder a quien lo posee, y, que ese poder se puede usar para hacer el bien o el mal, para construir o para destruir, para aliviar o lastimar.
Tomando en cuenta los instintos naturales de los individuos y su perene estado de guerra (como lo establecen algunos estu­diosos del comportamiento humano), es la educación la que permite una convivencia armónica consolidando la paz social, ya que, con la transmisión de valores, se prepara al individuo para actuar siempre positiva y humanamente, teniendo como marco el respeto, la equidad, la tolerancia, la libertad y demás costumbres del buen vivir, estos valores son necesarios para fortalecer una interacción social justa, donde se pueda disfru­tar el bienestar que el desarrollo de la ciencia y la tecnología ponen al alcance de nuestra mano, y, todo ello, es producto de la educación.
Con la educación el individuo adquiere saber que le sirve para saber hacer, para saber ser y para saber convivir, con lo que fortalece su vida, su entorno y su relación contextual tan com­pleja. Ante esto, podemos decir que a mayor calidad de la edu­cación,  más fácil será lograr la felicidad de los seres humanos.

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