
Por: Dr. Javier Ruiz Hermoso
Durante décadas, el Pacífico mexicano fue etiquetado como la “otra costa”: cálida, auténtica, vibrante, pero siempre eclipsada por el Caribe, primero con Cancún y luego por Riviera Maya. Esa mirada ya no sólo es anticuada: es equivocada. Lo que está ocurriendo hoy entre Costalegre, Puerto Vallarta, Bahía de Banderas y la costa de Nayarit va mucho más allá de un destino turístico en crecimiento. Se está configurando un eje geoestratégico donde convergen turismo, inversión, movilidad, gastronomía y nuevas formas de habitar el territorio.
Los datos lo confirman. En 2024, el Aeropuerto Internacional de Puerto Vallarta cerró con más de 7.1 millones de pasajeros, un crecimiento sostenido que reafirma su papel como uno de los principales hubs turísticos del país y el más importante del Pacífico mexicano. La construcción de la nueva Terminal 2, que ampliará la capacidad operativa en más de un 60 %, no es una obra cosmética, sino el reconocimiento explícito de que el corredor Vallarta – Nayarit funciona ya como una región metropolitana turística e inmobiliaria, en expansión acelerada.
A esta infraestructura se suma un fenómeno inédito en décadas: un segundo aeropuerto internacional que se consolida como pulmón complementario. El Aeropuerto Tepic – Riviera Nayarit ofrece u ofrecerá pronto, vuelos directos desde Los Ángeles, Houston, Phoenix, Tijuana, Ciudad de México y destinos canadienses clave. Nunca antes el corredor costero de Jalisco y Nayarit había tenido este nivel de conectividad binacional. Esa duplicidad aeroportuaria es señal de la transición del destino hacia un sistema turístico multipolar, más parecido a Miami – Fort Lauderdale o Barcelona – Girona que a un destino tradicional aislado.
Este crecimiento se da en un país que cerrará 2025 con más de 47 millones de turistas internacionales, cifra récord pero que hay que tamizar. Dentro de ese mapa, la región de Vallarta – Riviera Nayarit deja de ocupar un lugar secundario y se posiciona como una región clave para el crecimiento económico nacional. Organismos empresariales ya lo colocan al nivel de Los Cabos en generación de derrama, atracción de inversión y diversificación de mercados. La tendencia es clara: el Pacífico ya no compite por “visibilidad”, compite por liderazgo.
Bahía de Banderas, por ejemplo, es hoy un laboratorio turístico y económico donde cerca del 80% del PIB municipal depende directa o indirectamente del turismo, al tiempo que alcanza ocupaciones hoteleras superiores al 90% en fines de semana clave. En temporadas altas recibe picos superiores al millón de visitantes, mientras la industria inmobiliaria (vivienda turística, alquiler vacacional, condohoteles y segundas residencias) ha dejado de ser un complemento para convertirse en un motor del territorio, que por cierto, hoy refleja una desaceleración.
La conectividad marítima también vive una expansión significativa. Puerto Vallarta recibe anualmente más de 170 cruceros internacionales y supera los 500 mil cruceristas, un segmento que representa alrededor del 9% del turismo del destino. Y todo esto ocurre en un contexto donde México proyecta superar los 10 millones de cruceristas en 2025, lo que convierte al Pacífico en un frente estratégico para diversificar la oferta y negociar mejores condiciones con las navieras. Después hay que ver lo que viene en Boca de Chila.
Pero más allá de los números, la verdadera transformación está en quién está llegando y cómo consume. El mercado canadiense, por ejemplo, atraviesa un crecimiento acelerado debido, entre muchas otras cosas, a la situación interna y externa de Estados Unidos. En 2025, la llegada de turistas canadienses a México crece a doble dígito, con nuestra región como uno de los destinos preferidos. El visitante canadiense promedio permanece más tiempo, gasta más, adopta ritmos de viaje más pausados y tiene mayor interés en experiencias culinarias, actividades al aire libre, bienestar y, sobre todo, en explorar la posibilidad de vivir aquí. Paralelamente, el mercado estadounidense se contrae ligeramente y pierde de a poco proporción frente a Canadá, lo que obliga a diseñar estrategias de promoción más segmentadas y menos dependientes del histórico “cliente natural”.
El comportamiento del visitante confirma una tendencia estructural: Vallarta – Riviera Nayarit ya no recibe únicamente turistas en sentido clásico. Está recibiendo migraciones temporales, nómadas digitales, inversionistas de real estate, familias en búsqueda de calidad de vida, profesionales que trabajan a distancia y viajeros de estilo de vida que combinan ocio, salud, gastronomía y naturaleza. El destino está dejando de ser un lugar para “visitar” y se convierte en un lugar para “vivir por temporadas” o incluso “reubicarse”. ¿Nos estamos adaptando?
Y todo esto ocurre mientras la región está llamada a generar ventajas competitivas nuevas. La gastronomía local se convierte, o se debería de convertir en un fenómeno propio, donde la narrativa de territorio, mar, montaña, sierra y tradiciones locales puedan atraer viajeros que buscan autenticidad más que espectacularidad.
La dinámica nos demanda a tener una caja de herramientas más actualizada para la gestión de destinos, con IA y digitalización de datos que nos abran oportunidades que otros destinos ya están aprovechando: modelos para predecir demanda, monitorear cargas turísticas en tiempo real, gestionar playas saturadas, personalizar experiencias y optimizar decisiones de inversión. Y la sostenibilidad deja de ser un discurso para convertirse en una condición de supervivencia. Con la presión inmobiliaria, los costos habitacionales, la escasez de agua y el impacto sobre ecosistemas, el destino tendrá que elegir entre dos modelos: uno extractivo y volátil, o uno regenerativo y competitivo a largo plazo. El reto es para todos.
Hacia 2026, se perfilan tendencias que ya están tomando forma. El turismo all inclusve evoluciona hacia ecosistemas integrados donde conviven hoteles, marinas, vivienda vacacional, gastronomía local y experiencias de bienestar. El nearshoring impulsa un nuevo flujo de visitantes e inversionistas provenientes del norte y del Bajío que buscan descanso, segundas residencias y estadías prolongadas. El mercado canadiense se consolidará como ancla estratégica del corredor, impulsado por vuelos de temporada, mayor conectividad y afinidad cultural. El Pacífico mexicano experimenta una revalorización internacional como “costa consciente”, donde lujo, naturaleza y cultura dialogan de manera más equilibrada. Ahí está el CIP de Huatulco. Y la gobernanza, particularmente la seguridad, la regulación del hospedaje, el uso del suelo y la gestión del riesgo reputacional, se convertirá en el factor diferenciador entre destinos que crecen y destinos que se desbordan.
Todo ello lleva a una conclusión inevitable: Vallarta – Riviera Nayarit ya no puede pensarse como dos destinos vecinos, ni siquiera como dos estados colindantes que comparten una bahía. Debe entenderse como un sistema regional integrado, con aeropuertos complementarios, un puerto estratégico, una economía altamente interdependiente y una comunidad diversa que habita, trabaja, emprende y sueña dentro de un territorio común. La pregunta ya no es si esta región se convertirá en el nuevo eje del Pacífico mexicano. La pregunta es si sabremos gestionarla con visión, inteligencia y responsabilidad para que no sólo crezca… sino que lidera.
Porque Vallarta – Riviera Nayarit ya no está compitiendo por un lugar en el mapa. Está compitiendo por el futuro.



