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El Analfabetismo en México

El analfabetismo en México es uno de los tantos problemas que enfrenta actualmente nuestro país. Y es que el analfabetismo que afecta a los mexicanos no sólo es educativo, sino también cultural, emocional y político.
Por principio de cuentas, México es el país que ocupa el primer lugar entre los 30 países que conforman la OCDE, con el mayor índice de deserción escolar entre quienes estudian el nivel de preparatoria, pues se calcula que sólo el 43% de los que ingresan concluyen sus estudios. En general, se calcula también que el promedio educativo en nuestro país es de secundaria, pues más del 70% de la población cuenta apenas con ese nivel de estudios.
Esto, sin lugar a dudas, nos hace un país con un alto grado de analfabetismo cultural, emocional y político, de lo cual se benefician los medios de comunicación, la clase política y el sector empresarial.  Sobre todo porque los medios de comunicación se han convertido en el principal medio para exaltar o satanizar las virtudes o defectos de quienes aspiran a ocupar los puestos públicos en el gobierno, aprovechando la ignorancia del grueso de la población.
La falta de educación, la escasez de programas educativos, culturales y de esparcimiento saludables en los medios de comunicación han contribuido a que los mexicanos tengamos una baja inteligencia emocional y una incultura política que va en contra de nuestro desarrollo pleno como personas.
En primer lugar, porque nuestro analfabetismo emocional nos hace ver como algo normal la corrupción, la deshonestidad, la deslealtad, la indiferencia y la injusticia. En segundo lugar, porque nuestra ignorancia política, derivada de la manipulación emocional de los medios de comunicación como la radio y la televisión, nos impide entender que vivimos en un país donde la democracia es meramente formal, es una farsa y un verdadero sistema de complicidades entre todos los partidos políticos, las instituciones y quienes dicen representarnos en los órganos encargados de impartir justica o elaborar leyes en favor de los ciudadanos, como las cámaras de diputados y de senadores.
Este nivel de analfabetismo es lo que un día nos hace creer una cosa y otro día cualquier otra. Sin ir tan lejos, cuánto tiempo hace que los medios de comunicación, la clase política y hasta “la clase intelectual”, satanizaban la figura de Andrés López Obrador, acusándolo de populista. Sólo bastó con que en la más reciente Cumbre de Líderes de América del Norte a la que asistió Peña Nieto, el presidente Barack Obama hiciera mención de que él era populista porque le preocupaba la gente que no tenía trabajo, educación, salud y que enfrentaban grandes carencias en los Estados Unidos.
Hoy López Obrador, es comparado con Donald Trump, porque ese sujeto representa la escoria de los Estados Unidos; es comparado con el más tramposo magnate de ese país, misógino, violador, tramposo, mal educado y racista.  Es decir que, para sus detractores, Obrador ya no es como el demócrata Obama, sino como el detestable republicano Trump.
Yo creo que es tiempo que la gente, nuestra clase política y nuestros medios de comunicación dejen de satanizar a uno de los pocos políticos que, aun habiendo ocupado puestos públicos en el pasado, no ha terminado en la opulencia y huyendo por enriquecimiento ilícito como lo han hecho muchos otros políticos mexicanos. Si fuera así, no tengamos la menor duda que, siendo enemigo del régimen, ya estuviera encarcelado o fuera perseguido como lo son Javier Duarte, Guillermo Padrés, Cesar Duarte y otros miembros más de nuestra refinada clase política.
No caigamos en la provocación de satanizar a López Obrador como lo hizo Felipe Calderón al compararlo con el locuaz de Hugo Chávez, diciendo que era un peligro para México y, finalmente, el peligroso fue él mismo porque nos enfrentó con el crimen organizado.
No perdamos la esperanza de que en nuestro país puede haber un cambio; el verdadero peligro para México somos nosotros mismos si dejamos que nos sigan gobernando quienes hasta ahora lo han hecho y han demostrado su falta de ética, honestidad, gratitud y lealtad a todo el pueblo de México.

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