SE NECESITA TALENTO PARA GOBERNAR
LA SUCESIÓN PRESIDENCIAL EN LOS ESTADOS UNIDOS
Javier Orozco Alvarado
No deja de sorprender la capacidad histriónica de cierta clase de políticos, como los que estamos padeciendo o hemos padecido toda la humanidad en todas partes del mundo a lo largo de la historia.
Quién no recuerda la personalidad psicopatológica de Adolfo Hitler, quien sembró el odio contra los judíos, quien soñaba con apropiarse del mundo y someter a toda la especie humana al dominio de la raza aria; argumentando su superioridad, su pureza racial, su capacidad intelectual y su belleza física.
En cada país y en cada etapa de la historia hemos tenido que padecer esos seres que se sienten superiores, iluminados y dotados con capacidades extraordinarias; capaces de manipular, someter, dominar, utilizar y excluir a los más nobles, a los más débiles o a los más indefensos.
Nosotros tuvimos en México un Vicente Fox, una especie de Donald Trump a la mexicana, quien en plena campaña electoral denostaba a todos sus opositores calificándolos de “tepocatas”, “alimañas”, etc., al referirse a López obrador. Era común que empleara cualquier ocurrencia para hacerse el gracioso, el ingenioso o el héroe de las causas democráticas del país. Era un algo así como el Cantinflas campirano que necesitaba un fragmento de nuestra conservadora sociedad mexicana.
A diferencia del xenófobo de Trump, Fox era un sociópata, que empleaba su homofobia para ridiculizar a su contrincante Francisco la Bastida Ochoa, a quien despectivamente denominaba “la vestida”, para hacerse el gracioso. En esas graciosidades consistió todo su ingenio, toda su inteligencia, todo su talento y toda su capacidad para conquistar el voto de los mexicanos.
Su estrategia política consistió en dividir a los mexicanos para después llevarnos al origen de la descomposición social, el narcotráfico y la corrupción; inclusive a enemistarse con varios países de América Latina, entre ellos Cuba (quienes históricamente habían sido como hermanos) y Venezuela, por cuya causa el Presidente Hugo Chávez le increpó, diciendo; “con migo no te metas”.
Esa era la talla del expresidente Vicente Fox; rico, pero sin educación, poco inteligente, muy irrespetuoso y sin talento para gobernar. Era casi de la talla de lo que ahora es Donald Trump en los Estados Unidos.
La diferencia es que si, “hipotéticamente”, el republicano Donald Trump llegara a gobernar los destinos de los Estados Unidos, estaría gobernando al país más poderoso del planeta y su política interior y exterior iría seguramente encaminada al exterminio de los mexicanos; quienes en su sicopática percepción son los responsables de todos los males de la Unión Americana.
La realidad es que, tanto dentro como fuera de los Estados Unidos, existe cierta preocupación de que este lunático y transtornado norteamericano pudiera ganar la elección, pues como en todo el mundo, no falta quienes simpaticen con las ideas locas de alguien que sólo sabe manipular, chantajear y hacer dinero para satisfacer obsesiones, ambiciones y pasiones personales.
Vaya usted a saber qué transtornos ha padecido este personaje a lo largo de su vida; lo que es muy claro es que es un individuo racista, que incita a la violencia, que es sexista, que utiliza el miedo para ganarse a las gente, que está obsesionado por el poder y que odia a los mexicanos y latinos. Que bueno que no es el candidato de México, porque seguramente los mexicanos repetiríamos la misma historia de llevar nuevamente a la presidencia de la república a una gente sin escrúpulos y sin talento para gobernar.
No es que agarre partido, porque es un asunto que si nos preocupa, pero no nos compete a los mexicanos; pues aunque llegara a ganar la demócrata Hilary Clinton, la situación económica de México no tiene mucho futuro mientas sigamos siendo los proveedores de la mano de obra barata que necesitan las empresas nortemericanas para ser competitivas dentro y fuera de los Estados Unidos.
Jueves 17 de marzo de 2016