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LA MIGRACIÓN POBLACIONAL Y LA CRISIS HUMANITARIA

Javier Orozco Alvarado
Entre 1983 y 1984 inicié con mis primeros trabajos sobre migración, de la mano de quienes en esa época eran los expertos en estudios sobre población en el Centro de Investigaciones Sociales y Económicas (CISE) de la Universidad de Guadalajara. Me refiero al doctor William W. Winnie, el doctor Jesús  Arroyo Alejandre y el maestro Luis Arturo Velázquez Gutierrez (+). A treinta años de distancia he podido apreciar la evolución del fenómeno migratorio a nivel nacional e internacional y su relación con la dinámica económica, tanto en lo general, como en lo particular.
Nuestro país ha sido escenario de por lo menos cuatro etapas de grandes migraciones asociadas con diversos fenómenos económicos. La primera etapa la podemos ubica a partir de los años sesentas, época en que se puso en marcha en nuestro país el proyecto de la Revolución Verde, cuyo impulso de  grandes obras hidráulicas y la introducción de sistemas de riego modificaron los sistemas productivos locales y regionales. Estos cambios en la estructura agraria y de la producción en México provocaron importantes éxodos de mexicanos para trabajar en los campos de los Estados Unidos; inclusive se instauró un programa de braceros para ser incorporados a trabajar  legalmente en la agricultura de nuestro país vecino, caracterizándose como un fenómeno de migración rural-rural internacional.
La segunda gran etapa de importantes migraciones rural-urbana, se dio durante la década de los años setentas, como consecuencia de los cambios en los sistemas de cultivo asociados con el impulso de la agro industrialización en algunas regiones del país. Sobre todo,  porque algunos estados  del Bajío y varios estados del norte se orientaron a la producción agrícola comercial y, en el Centro Occidente, a la producción forrajera, lo que provocó grandes desplazamientos de mano de obra campesina  a las grandes ciudades como Guadalajara y Ciudad de México.
Hacia la década de los años de 1980 se echó a andar en todo México el Sistema Alimentario Mexicano (SAM), con el objeto de aprovechar las bondades de las grandes obras hidráulicas de la Revolución Verde, revertir los efectos  negativos de la modernización del campo en la producción de alimentos y lograr la autosuficiencia alimentaria. El SAM consistió en dar un fuerte impulso a la mecanización del campo,  lo que siguió provocando fuertes desplazamientos de población hacia las grandes urbes, con  la consecuente saturación de las ciudades,  que empezaron a expulsar población urbana hacia los Estados Unidos, cuyo fenómeno se conoce como migración urbana-urbana internacional y que se caracterizó por un fuerte éxodo de trabajadores de la industria,  de los servicios y  de profesionistas desempleados que fueron en busca de trabajo en centros urbanos de nuestros vecinos.
La década de los noventa, pero sobre todo entrado este nuevo siglo, se ha caracterizado por la emigración masiva de campesinos y población urbana hacia la Unión Americana en busca de trabajo. Tanto el incremento de la pobreza en México, como el incremento de pobres en los países centroamericanos ha propiciado un éxodo de población hacia la frontera norte nunca antes visto.
Si bien en otras épocas las migraciones internas  o internacionales fueron a causa de cambios en los sistemas de producción, agrícolas o de propiedad; ahora se caracterizan por el empobrecimiento masivo de la población. Tal es la situación de pobreza, que ahora no sólo emigran campesinos, obreros o profesionistas, sino también mujeres y niños de la ciudad y del campo.  Esto ha generado importantes focos rojos en las fronteras del norte y del sur de nuestro país por las constantes violaciones a los derechos humanos de hombres mujeres y niños.
El que la Secretaría de Gobernación de México empiece a tomar acciones para controlar la inmigración de centro americanos a nuestro país, es una buena medida que evitará que sigan llegando migrantes a nuestro territorio para después seguir camino hacia el norte, donde las políticas anti migratorias se han endurecido y comienzan a negarse los servicios asistencialistas o humanitarios, inclusive a los infantes.
La realidad es que mientras sigamos empeñados en mantener a nivel mundial  un sistema capitalista salvaje, de orden neoliberal, excluyente y antihumanitario; los esfuerzos aislados que hagan los países por resolver el hambre de la población serán infructuosos. Aunque en los Estados Unidos y en México se han estado impulsando programas para contener el hambre, como la Cruzada Contra el Hambre en nuestro país, o los subsidios al consumo en Norte América, el problema de la pobreza seguirá creciendo como bola de nieve.
En fin, es triste ver que estamos ante una terrible crisis humanitaria en la que ahora ni siquiera los niños tienen derecho a una vida digna,  a tener un hogar o una familia; que la humanidad no está haciendo nada por crear un sistema económico más justo que venga a resolver estos problemas y prepare las condiciones para la creación de los empleo que en el futuro necesitarán nuestros niños y nuestros jóvenes.
Jueves 17 de julio de 2004

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